lunes, 16 de enero de 2012

El sentido de la lucha

Momentos de autocrítica, momentos para decidir... ¡y decidí!

Madrid, 13 de mayo de 2009. En una sociedad golpeada por el capitalismo más feroz, surgen voces disconformes con este modelo socio-político-económico. Bueno... en realidad, no surge nada nuevo. Siempre ha habido voces que se alzaban en contra de lo establecido, con la particularidad de que cada una de ellas, a lo largo de la historia, se ha creído que es la que más alto gritaba.

Hoy, el movimiento contestatario que toma el relevo de los anteriores es muy especial, al igual que es muy especial el contexto en el que se ubica. Ya no somos unos pocos ricos y muchísimos pobres. Ahora pertenecemos mayoritariamente a la acomodada y conformista clase media, un invento del Estado para acallar a las masas que nada tenían que perder. Ahora nuestras mentes no conciben la lucha porque estamos bien en nuestro pisito con calefacción, nuestra entretenidísima televisión, nuestro coche con elevalunas eléctrico, nuestras vacaciones en la playa... ¿Para qué íbamos a luchar si tenemos todo lo que queremos? Afortunadamente, hay un reducido número de personas que ha trascendido este superficial bienestar, que ha apreciado el vacío que llena sus vidas, y que ha aprendido a no creer ciegamente todas esas normas sociales que subyacen bajo nuestra conducta. Y es que... ¿de qué nos vale tener nuestro piso, nuestra televisión, nuestro coche y nuestras vacaciones si carecemos de la libertad que es inherente a todo ser humano? Somos fruto del consumismo, somos lo que las grandes empresas quieren que seamos, somos marionetas. Vivimos en la progresista Europa que tiene por principal preocupación el valor del euro. Más concretamente, vivimos en la España recién nacida tras una dictadura fascista que duró más de 30 años, y que tantas secuelas nos ha dejado.

Analizando el “tinglado” que se ha generado para someternos, controlarnos e idiotizarnos, parece muy fácil justificar el pasotismo con el que la mayor parte de la gente afronta la vida. Lo que no resulta tan fácil es comprobar que la gente presuntamente politizada se comporta, en cierto modo, igual. No pretendo ofender a nadie, ni tampoco presumir de una ética superior al resto. Simplemente, me apetece hacer una valoración de los movimientos sociales que entran en juego hoy (en los cuales me incluyo, por lo que se trataría más bien de una autocrítica).

Muchas veces, me encuentro con discursos preciosos, que son sólo eso: discursos, palabras. En el momento en el que un ideal verbalizado, se contrasta con una actitud completamente contraria, se da a demostrar que algo falla. Nos encanta sentarnos en los bares a hablar de la revolución, pero esa revolución requiere de un compromiso por nuestra parte. No podemos exigir la mutación de la sociedad, cuando somos nosotrxs los que nos hemos estancado. No podemos exigir un mundo bañado por la paz y la solidaridad, cuando nuestro comportamiento es violento y egoísta.

Las asambleas improductivas están al orden del día, las jornadas de diversas temáticas condenadas al fracaso, nuestro enfoque... equivocado. Deberíamos dar ejemplo antes de exigirles a los demás que se comporten como tal, e incluso antes de embarcarnos en proyectos contradictorios con nuestra forma de pensar y actuar. ¿Queremos realmente cambiar el mundo o pretendemos inflar nuestro ego al hacerles pensar a lxs demás que algo estamos haciendo en pro de la revolución social? ¿Cuáles son los motivos que nos empujan a teñirnos el pelo de verde y peinarnos con una cresta?

A veces deberíamos plantearnos y replantearnos a dónde queremos llegar, qué es lo que queremos conseguir. Piénsalo seriamente, con los pies en la tierra y la sinceridad más absoluta inundando tu persona. ¿Crees que lo que estamos haciendo está realmente enfocado a la consecución de ese objetivo? ¿Cuál es el nuevo camino que vislumbras para llegar a esa meta?

Es fácil fantasear con un mundo precioso, e imaginarnos siendo partícipes del cambio necesario para llegar a él, pero a menudo nos olvidamos de que la revolución empieza dentro de unx mismx.

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