lunes, 16 de enero de 2012

La medicalización de la infancia

Otro de mis artículos antiguos... No es por ser alarmista, pero... ¡no llevéis a vuestrxs niñxs a lxs médicxs!!

La característica esencial del trastorno por déficit de atención con hiperactividad es un patrón persistente de desatención y/o hiperactividad-impulsividad [...]

Las deficiencias de la atención pueden manifestarse en situaciones académicas, laborales o sociales. Los sujetos afectos de este trastorno pueden no prestar atención suficiente a los detalles o cometer errores por descuido en las tareas escolares o en otros trabajos. El trabajo suele ser sucio y descuidado y realizado sin reflexión. Los sujetos suelen experimentar dificultades para mantener la atención en actividades laborales o lúdicas, resultándoles difícil persistir en una tarea hasta finalizarla. A menudo parecen tener la mente en otro lugar, como si no escucharan o no oyeran lo que se está diciendo. Pueden proceder a cambios frecuentes de una actividad no finalizada la otra. Los sujetos diagnosticados con este trastorno pueden iniciar una tarea, pasar a otra, entonces dedicarse a una tercera, sin llegar a completar ninguna de ellas. A menudo no siguen instrucciones ni órdenes, y no llegan a completar tareas escolares, encargos u otros deberes. [...] Estos sujetos suelen tener dificultades para organizar tareas y actividades. Las tareas que exigen un esfuerzo mental sostenido son experimentadas como desagradables y sensiblemente aversivas. En consecuencia, estos sujetos evitan o experimentan un fuerte disgusto hacia actividades que exigen una dedicación personal y un esfuerzo mental sostenidos o que implican exigencias organizativas o una notable concentración (p. ej., tareas domésticas o tareas de papel y lápiz). [...] Los hábitos de trabajo suelen estar desorganizados y los materiales necesarios para realizar una tarea acostumbran a estar dispersos, perdidos o tratados sin cuidado y deteriorados. Los sujetos que sufren este trastorno se distraen con facilidad ante estímulos irrelevantes e interrumpen frecuentemente las tareas que están realizando para atender a ruidos o hechos triviales que usuamente son ignorados sin problemas por los demás (p. ej., el ruido de un automóvil, una conversación lejana). Suelen ser olvidadizos en lo que concierne a actividades cotidianas (p. ej., olvidan citas, olvidan llevarse el bocadillo). En situaciones sociales, los déficits de atención pueden expresarse por cambios frecuentes en la conversación, no escuchar a los demás, no atender las conversaciones y no seguir los detalles o normas de juegos o actividades.

La hiperactividad puede manifestarse por estar inquieto o retorciéndose en el asiento (no permaneciendo sentado cuando se espera que lo haga así), por un exceso de correr o saltar en situaciones en que resulta inadecuado hacerlo, experimentando dificultades para jugar o dedicarse tranquilamente a actividades de ocio, aparentando estar a menudo «en marcha» o como si «tuviera un motor», o hablando excesivamente. [...] Los niños pequeños y preescolares con este trastorno difieren de los niños pequeños normalmente activos por estar constantemente en marcha y tocarlo todo; se precipitan a cualquier sitio, salen de casa antes de ponerse el abrigo, se suben o saltan sobre un mueble, corren por toda la casa y experimentan dicultades para participar en actividades sedentarias de grupo en las clases preescolares (p. ej., para escuchar un cuento). Los niños de edad escolar despliegan comportamientos similares, pero usualmente con menos frecuencia que los más pequeños. Tienen dificultades para permanecer sentados, se levantan a menudo, se retuercen en el asiento o permanecen sentados en su borde. Trajinan objetos, dan palmadas y mueven sus pies o piernas excesivamente. A menudo se levantan de la mesa durante las comidas, mientras miran la televisión o durante la realización de tareas escolares. Hablan en exceso y producen demasiado ruido durante actividades tranquilas. En los adolescentes y adultos, los síntomas de hiperactividad adoptan la forma de sentimientos de inquietud y dificultades para dedicarse a actividades sedentarias tranquilas.

La impulsividad se manifiesta por impaciencia, dificultad para aplazar respuestas, dar respuestas precipitadas antes de que las preguntas hayan sido completadas, dificultad para esperar un turno, e interrumpir o interferir frecuentemente a otros hasta el punto de provocar problemas en situaciones sociales, académicas o laborales. Los sujetos afectos de este trastorno típicamente hacen comentarios fuera de lugar, no atienden las normas que se les dan, inician conversaciones en momentos inadecuados, interrumpen a los demás excesivamente, se inmiscuyen en los asuntos de los demás, se apropian objetos de otros, tocan cosas que no debieran, hacen payasadas. La impulsividad puede dar lugar a accidentes (p. ej., golpearse con objetos, golpear a otras personas, agarrar una cazuela caliente) y a incurrir en actividades potencialmente peligrosas sin considerar sus posibles consecuencias (p. ej., patinar en un terreno abrupto).

Las manifestaciones comportamentales suelen producirse en múltiples contextos [...] Habitualmente, los síntomas empeoran en las situaciones que exigen una atención o un esfuerzo mental sostenidos o que carecen de atractivo o novedad intrínsecos (p. ej., escuchar al maestro en clase, hacer los deberes, escuchar o leer textos largos, o trabajar en tareas monótonas o repetitivas). [...]



¿Has visto tu infancia reflejada en esta descripción? Si tu respuesta ha sido afirmativa, debes saber que padeces “Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad”, una enfermedad neurobiológica CRÓNICA que sólo puede ver calmados sus síntomas si empiezas a consumir anfetaminas... ¡Es broma! Bueno, relamente no lo es. En teoría es cierto, pero en tu campo de decisión se encuentra el no creértelo.

Esta larga descripción de lo que ha sido la infancia de muchxs de nosotrxs (y tantxs otrxs que vendrán después), pertenece al DSM-IV (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), manual norteamericano de referencia para todxs lxs psiquiatras del mundo, en el que se recogen todas las enfermedades mentales. Fue en los años 80, con el DSM-III, cuando se fabricó este trastorno que en estas páginas nos ocupa.

Pero, ¿por qué se ha transformado un comportamiento más o menos normal y frecuente en un trastorno? Personalmente, creo que el principal motivo es la sed de dinero de las farmacéuticas (sin olvidar el importante elemento de control social que suponen los psicofármacos).

No debemos olvidar que las farmacéuticas son empresas y, como tales, su fin es el beneficio económico. ¿Existe alguna idea más atractiva que la de vender también a las personas sanas? La respuesta a esta pregunta es la causa de la aparición del trastorno por déficit de atención, el colesterol, la hipertensión e incluso la depresión. Hablar de cada una de ellas sería imposible en un espacio tan pequeño, por eso me centraré en este trastorno, cuyo diagnóstico tiene un riesgo mucho más importante: es una enfermedad reservada a niñxs, a lxs que se medica para que no produzcan “demasiado ruido durante actividades tranquilas”. La vergüenza de estas empresas es tan nula que se han propuesto destruir la infancia de lxs que serán el futuro del planeta...

¿Cómo actúa este “nuevo” y potente enemigo? Básicamente, se centra en observar nuestra conducta y patologizarla, así de sencillo. Lo que tienen que hacer después es convencernos de que nuestra forma de ser es una enfermedad. Para ello, su principal objetivo son lxs médicxs más influyentes, lxs líderes de opinión, que se encargarán de establecer los límites de las enfermedades, ponerles nombre y hablar sobre ellas (y los medicamentos que la tratan) en importantes revistas, congresos... Una vez superado el primer eslabón (desembolsando siempre una gran suma de dinero), el siguiente paso es ir comprando al resto de lxs médicxs. Ésta es ya una tarea fácil, pues las revistas médicas ya habrán hecho eco de esta nueva enfermedad. Sólo será necesario que lxs miles de comerciales okupen los hospitales y consultas y, regalando sus mejores sonrisas, ofrezcan los medicamentos milagrosos que finiquitarán este “gran problema de salud pública”. Al mismo nivel, se encuentran las asociaciones de afectadxs y familiares. Éstas suponen una importante ayuda en sus técnicas de marketing, pues proporcionan los testimonios de las duras vidas de lxs afectadxs y sus familiares, que inundarán los medios de comunicación más sensacionalistas, conmoviendo (y preocupando) a las masas. Una vez las anteriores iniciativas estén en marcha, sólo faltará la guinda del pastel: una agresiva campaña publicitaria que invada televisión, radio, prensa...

¿Distraído? ¿Desorganizado? ¿Frustrado? ¿Vida moderna o TDA de adultos?
Muchos adultos han estado viviendo con un trastorno de hiperactividad por déficit de atención (THDA) y no lo reconocen. ¿Por qué? Porque sus síntomas a menudo se confunden con el estrés. Éste es un anuncio de la farmacéutica Lilly en el Us News & World Report, en su campaña de ampliación de mercado: el TDAH ya no es exclusivo de lxs niñxs, ahora lxs adultxs también padecen este trastorno. Su estrategia es muy sencilla: infundir terror a la enfermedad mediante criterios de diagnóstico muy ambiguos. Cualquiera de nosotrxs es susceptible de ser su víctima, con lo que potencian el que en nosotros crezca la incertidumbre y la pre-ocupación. Por lo tanto, nos encontramos con un marketing que promociona un medicamento, pero ante todo modifica el concepto que tenemos de nuestro cuerpo, la salud y la enfermedad que supuestamente padecemos.

Afortunadamente, todavía hay médicxs que no han sido abducidxs por el monstruo farmacéutico y se muestran reticentes. Afirman que hay inseguridad sobre la forma de diagnosticarlo, no existen pruebas médicas fiables, ni tampoco una certeza de que su origen sea biológico. De hecho, el National Institute of Health de EEUU, uno de los centros de investigación más grandes del mundo, apuntan que las causas de la enfermedad siguen siendo meramente especulativas y que no existen suficientes pruebas para concluir que el TDAH sea un trastorno mental. Aunque suene alentador, lo cierto es que estas voces son minoría frente a la fuerza ejercida por las farmacéuticas y las asociaciones de afectadxs, que propagan la opinión de que se trata de un grave padecimiento mental con un origen evidentemente biológico y con la medicación como primera vía de tratamiento.

Al ser los límites de la “enfermedad” tan confusos, es fácil que lxs médicxs la sobrediagnostiquen. Actualmente, y según la fuente, se piensa que la padecen entre un 3% y un 10% de lxs niñxs del mundo, aunque con una mayor prevalencia en los niños varones de clase media-alta de raza blanca. En centros educativos de zonas adineradas de EEUU, nos podemos encontrar con que el 20% de lxs niñxs consumen anfetaminas bajo receta médica para controlar su agitación o falta de atención en las aulas.

En todo el mundo es preocupante el aumento de niñxs diagnosticados de TDAH, pero la palma se la lleva EEUU. Allí, la relación entre las farmacéuticas y los grupos de promoción de la salud es más que evidente. La asociación de este tipo más grande es la CHADD (Niños y Adultos con Trastorno de Hiperactividad con Déficit de Atención), cuya quinta parte de su financiación proviene directamente de las farmacéuticas. Su labor conjunta ha sido tan fructífera, que la Drug Enforcement Administration (Administración para el Control de Medicamentos) de EEUU depositó su atención en ella, concluyendo que “la relación entre Ciba-Ceigy y la CHADD suscita importantes inquietudes acerca de las relaciones de la CHADD para ganar prosélitos en el uso del Ritalín”. Esta empresa, Ciba-Ceigy, es la antigua distribuidora del famoso Ritalín, recetado a miles de niñxs en todo el mundo. Actualmente, este fármaco está en manos del laboratorio Novartis. Y es que la relación entre las farmacéuticas y los grupos de apoyo a pacientes es muy sutil y compleja, aparentando ser simplemente la unión de personas con ideas afines, pero cuya confluencia de intereses genera una consistente fuerza en el debate público.

Para entender los amplios intereses de las farmacéuticas en la venta de estos medicamentos, vamos a poner un ejemplo: la farmacéutica Shire distribuye una anfetamina llamada Adderall para tratar el TDAH, que actualmente supone el 40% del total de sus ingresos. En el año 1996 obtuvo 10 millones de dólares con la distribución de este fármaco, y 6 años después, con la popularidad del trastorno, sus ventas se incrementaron hasta alcanzar los 520 millones. Otro dato: en los 3 primeros años de este siglo, la venta a niñxs menores de 5 años aumentó un 50% en EEUU. Este esquema se repite con todos los fármacos destinados a este uso que existen actualmente en el mercado.

Pero la ambición de las empresas no frena ante nada y, al ver lo rentable que este trastorno era, decidieron cronificarlo para que también lxs adultxs consumieran... hasta morir. Al fin y al cabo, sólo somos niñxs durante una corta época de nuestra vida, y si se prolonga la enfermedad, se incrementarán las ventas. Una jugada maestra. Comienza, por lo tanto, una nueva campaña de marketing que anuncia el grave riesgo de salud pública que supone el TDA de adultxs, ¡con graves consecuencias emocionales para quien lo padezca si no se detecta a tiempo! Nuevamente, la maquinaria publicitaria se pone en marcha para ver engordadas las cifras de sus cuentas bancarias. Está tan engrasada, que incluso antes de que estuviera aprobada la venta de fármacos contra el TDA de adultxs, estos ya estaban siendo recetados. El primero en ver la luz de forma legal fue el Strattera, del laboratorio Lilly, en el año 2.003. Al no ser ni una anfetamina ni un psicoestimulante, como son la mayoría, se encontró con menos obstáculos y llegó al mercado con ventaja temporal. En sus seis primeros meses de vida, se vendieron más de un millón de recetas en EEUU.

Así, nos encontramos con una modificación continua de los límites de esta “grave enfermedad”, cuyo origen se atribuye a un error en la comunicación bioquímica del cerebro. Se comunican alarmantes cifras, que apuntan que un 4% de lxs adultxs padece TDA, pero sólo un 25% lo sabe. ¿Solución? Fármacos para poder afrontar con éxito cualquier situación de la vida cotidiana. Y ¿resultado? Lilly, con su exitoso Strattera, obtuvo 370 millones de dólares en su primer año en el mercado.

Ante la nueva revisión del DSM, se amplía el espectro de pacientes. Ahora, lxs adolescentes que no obtienen los resultados académicos correspondientes con su potencial, también son susceptibles de ser medicadxs. “Hablar demasiado”, “ser olvidadizx”... son síntomas atribuibles a este trastorno. Un estudio estadounidense concluyó que en la nueva definición de la enfermedad en 1987 se había incrementado en un 50% lxs diagnósticos potenciales en menores, con respecto al año 1980.

Ritalín, Ritalina, Strattera, Concerta, Rubifén... son las estrellas del mercado. Se trata de anfetaminas (casi todos) con buenos resultados a corto plazo para aumentar la capacidad de atención (no hay ningún estudio que indique los efectos a largo plazo). El nº1 de la lista es el Ritalín, que “descubrió” Panizzon en el año 1944 por casualidad mientras buscaba un psicoestimulante. A pesar de no estar muy convencido con el débil resultado de este hallazgo, su esposa Rita lo apoyó, ya que “le sentaba bien si se lo tomaba antes de ir a jugar al tenis”. En el año 1954 ya se estaba comercializando con el nombre de la mujer a la que le gustaba jugar al tenis bajo su efecto. La labor que realiza el metilfenidato (principio activo presente en estos fármacos) es favorecer la utilización de la dopamina por el cerebro. Hay que tener en cuenta que, a pesar de ser comercializado entre la población infantil, nunca se experimentó sobre la misma (los estudios siempre se llevaron a cabo entre personas adultas).

A pesar de que se apunte al origen neurobiológico del TDAH, no se puede olvidar las causas socioeconómicas y culturales: en las aulas hay más niñxs por maestrx, que no puede atender correctamente sus necesidades. El resultado es la derivación de lxs niñxs “conflictivxs” al sistema sanitario, donde se estudiará el posible padecimiento de TDAH. Pero una vez frente a lxs médicxs, nos encontramos con el mismo problema, es decir, demasiadxs pacientes y muy poco tiempo para atenderlxs, con lo que se optará por una solución rápida al “problema” presenciado: medicación.

Estamos presenciando una medicalización de los problemas humanos, en la que la creciente tendencia a definir los sentimientos desagradables y los comportamientos conflictivos como “una enfermedad” que debe tratarse con fármacos, puede servir para reducir la presión sobre la búsqueda de las verdaderas causas de las molestias experimentadas por lxs consumidorxs de fármacos y, por otro lado, para individualizar y despolitizar problemas sociales complejos.

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